1/2/18

La variable ambiental

Por Arq. Jorge Bader


Cuando se origino la traza de nuestra ciudad, la idea del desarrollo urbano pasaba por el avasallamiento de los accidentes naturales. De hecho, los planos originales de la traza primitiva, como los de cualquier ciudad en general en el mundo de esa época poco respetaban las variables topográficas.
En general solo los accidentes insalvables terminaban siendo respetados. Esta actitud propia del hombre industrial moderno venia como consecuencia de la aparición de las nuevas técnicas que permitían doblegar el suelo en beneficio del llamado "Progreso urbano" según el pensamiento de aquel momento.
Hay varias observaciones que surgen de nuestros planos originales. La traza de la ciudad pasaba por arriba de desniveles significativos. Pensemos que la cuadricula y las diagonales no contemplaban las diferencia extremas de nivel que existían entre las partes altas de la ciudad y el bajo frente al ferrocarril. El mojón del Instituto Geográfico Militar de la esquina de Guemes y Berutti indica una cota de algo más de 12 metros si mal no recuerdo lo cual habla de la fuerte pendiente que se producía con una barranca cortada a pique en la zona hasta el bajo que no debe superar los 3 o 4 metros sobre el nivel del mar.
Más allá de la actual calle Balcarce era campo y un fuerte bajo aluvional regulador de crecientes del Arroyo de la Cruz. Imaginemos que la cota de nivel relevada por las crecientes registradas seguramente en aquella época por los agrimensores ferroviarios se evidencia en el nivel que tiene los terraplenes y puentes del ferrocarril en la ruta a Zarate, que dicho sea de paso son parte de la arqueología industrial metalúrgica.
Esto nos permite imaginar el nivel de relleno que tuvo toda esta parte de la ciudad hoy ocupada por el barrio Dálmine y la industria, ya que prácticamente al día de hoy el nivel del terreno es casi similar al nivel de los rieles del ferrocarril que cuando se desarrolló allá por 1890 representaba un tajamar entre los bañados aledaños. La lectura urbanística que nos permite esta referencia histórica es la de suponer que el hombre moderno de ese tiempo, no consideraba las cuestiones ambientales y sus consecuencias territoriales. Me permito aquí hacer un poco de historia recordando algo del manual de Ecología Política, donde consta que la cuestión ambiental paso a formar parte de una agenda mundial recién después del año 1940 y finalmente hizo eclosión popular con los movimientos románticos en la década del 1950. Muchos especialistas en Ecología Política concuerdan en que el desarrollo de una conciencia ecológica apareció en Europa y en los Estados Unidos en momentos cruciales de los años 1960-1970.
Fue este un tiempo de replanteo del modelo productivo de las sociedades industriales, y a la vez, de un incremento de la sensibilidad a las problemáticas ambientales. "Esta sensibilidad tiene varias fuentes de inspiración, como el movimiento artístico del "Beat Generation" de los años 1950, en Estados Unidos, un movimiento literario, impulsado por escritores como Jack Kerouac (En el camino, 1951), que modificó la sociedad norteamericana en sus certezas de ser un país desarrollado y primera potencia mundial, contraponiendo su fascinación por el arte urbano y su adhesión a los grandes espacios y a la naturaleza en general. Inspiró, además, al movimiento de Mayo de 1968, en Francia, y a la movida Hippie mundial".
Todo ellos se oponían al modelo de sociedad que existía desde fines de la Segunda Guerra Mundial, donde el progreso tecnológico e industrial era considerado como la solución a todos los problemas sociales, políticos, económicos. Lo cierto es que, a los egresados de la formación universitaria de la década del 1980 nos marco, esta visión, reformulada en el manifiesto ambiental de Rice Odell, "La Revolución Ambiental" que puso sobre la mesa la cuestión de las responsabilidades compartidas sobre el ambiente construido, tanto de los decisores políticos como de los habitantes urbanos. En nuestro desarrollo urbano local nos quedamos prisioneros de una visión anacrónica derivada del nuestro propio proceso de ocupación del territorio. Toda nuestra historia estuvo signada por la modificación indiscriminada del suelo urbanizable.
El ferrocarril que modifico y subordino parte del territorio, el desarrollo urbano original que desconoció las variables topográficas, la ruta que reafirmo el concepto de tajamar en los bajos del arroyo y la industria que ocupo y relleno parte de esos bajos inundables desde su origen. Todo este panorama creó una suerte de consciencia de que todo es pasible de transformación y esto se reflejo incluso en nuestros códigos y reglamentaciones territoriales. Veamos que prácticamente todo el bajo del Arroyo de la Cruz está consignado como zona de reserva para actividad industrial desde la época de la Delimitación Preliminar de Áreas allá por el año 1976, y ha sido y es, el destino de proyectos de ocupación industrial con la modificación de sus niveles o incluso la modificación de los cursos de agua naturales. No es un problema que nos afecte en exclusiva. Durante muchos años se debatió la cuestión regional también ya que el municipio de Escobar plantea un sector de uso industrial en una margen del bajo del Rio Lujan.
Muchos de estos son hoy hechos consumados fundados en la conciencia de otra época. Hoy nos obligan a un replanteo de nuestra visión territorial, a la reflexión sobre nuestro futuro y al análisis de las acciones de remediación que debiéramos poner en nuestra agenda de debate social para que este pasivo ambiental del cual somos todos responsables no siga comprometiendo el futuro de nuestro desarrollo armónico con la naturaleza. Siempre termino con la misma reflexión y no es que considero que la prédica por reiterada resulte, necesariamente más efectiva, simplemente que estoy convencido que el ámbito de debate del Concejo Urbano o el Observatorio Urbano Ambiental de Campana es la única herramienta de planeamiento participativo posible para que las decisiones territoriales resulten del consenso y finalmente la evolución urbana sea una consecuencia de la voluntad colectiva de nuestra sociedad.

Arq. Jorge Bader - Matricula CAPBA 4015



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